¡El mundo no es una mercancía! ¡Las mujeres tampoco!

Marcha Mundial de las Mujeres en la Cumbre de los Pueblos por justicia social y ambiental: ¡contra la mercantilización de la vida, en defensa de los bienes comunes! ¡Seguiremos luchando contra el capitalismo verde y afirmando las alternativas de las mujeres!

La Cumbre de los Pueblos se realiza simultáneamente a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, denominada Río+20, debido a que se desarrolla 20 años después de la Eco 92. Lo que está en disputa es la salida para la crisis ambiental, que también es una crisis del capital. En la agenda de la conferencia oficial, está la así llamada economía verde y la nueva institucionalidad para organizar las acciones de la ONU sobre medio ambiente. En este proceso, hay una captura corporativa, o sea: las empresas transnacionales e instituciones financieras actúan para tener peso, como sector privado, en todas las propuestas de la economía verde.

La Cumbre de los Pueblos denuncia las falsas soluciones y la mercantilización de la vida, presenta soluciones y nuevos paradigmas construidos por los pueblos, a la vez que articula agendas de lucha anticapitalista, que van más allá del evento.

¡Cambiar el mundo y cambiar la vida de las mujeres en uno solo movimiento!

La sociedad capitalista y patriarcal se estructura en una división sexual de trabajo que separa el trabajo de los hombres y el de las mujeres y determina que el trabajo de los hombres vale más que el de las mujeres. El trabajo de los hombres es asociado a lo productivo (lo que se vende en el mercado) y el de las mujeres a lo reproductivo (la producción de los seres humanos y sus relaciones). Las representaciones de lo que es masculino y femenino es dual e jerárquica, como la asociación entre hombres y cultura, y mujeres y naturaleza.

En la Marcha Mundial de las Mujeres luchamos para superar la división sexual del trabajo y, al mismo tiempo, por el reconocimiento de que el trabajo reproductivo está en la base de la sustentabilidad de la vida humana y de las relaciones entre las personas en la familia y en la sociedad.

¡Para el feminismo, el capitalismo no tiene eco!

En la Eco-92, crecía en el mundo entero la conciencia sobre la importancia de preservar y proteger la naturaleza. Pero los gobiernos de la época, hegemonizados por el pensamiento neoliberal, usaron a la sustentabilidad como argumento para legitimizar la continuidad de una economía basada en el libre mercado y en el poder de las grandes transnacionales, incluso aumentando su poder sobre los Estados nacionales.

Hoy, 20 años después, frente a la crisis económica que afectó más a los países industrializados, hay un contragolpe del capital, que amplía sus fronteras y profundiza la lógica del mercado capitalista para el lucro y la concentración de riqueza. Las dimensiones alimentaria, energética y climática, son expresiones de la misma crisis sistémica que se manifiesta en la economía.

Pero esta crisis también es una crisis de los cuidados, dimensión invisible en los debates públicos sobre el tema. En los países que fueron blanco de las políticas de ajuste estructural y del neoliberalismo en los años 1980 y 1990, la sobrecarga de trabajo no remunerado de las mujeres garantizó la sustentabilidad de la vida, sin que ni el Estado ni los hombres asumieran su responsabilidad en relación a la reproducción social. Cada vez más, en los países industrializados, el envejecimiento de la población y el desmantelamiento de los Estados de Bienestar genera una gran demanda de trabajo de cuidados que es provisto, en buena medida, por el trabajo precario de mujeres inmigrantes.

¡Nosotras, las mujeres, no pagaremos por esta crisis!

¡No a la mercantilización de la vida y de la naturaleza!

En este proceso están en juego las desigualdades históricas entre los países del norte y del sur. Los grandes bosques se encuentran en el sur del planeta, así como otros bienes comunes y gran parte de la biodiversidad. El capital nacional y trasnacional intenta adueñarse de ellas de cualquier forma, inclusive expulsando a los pueblos originarios.

Hoy resistimos contra la ocupación de las tierras donde vivimos y producimos o que están en la mira de grandes empresas mineras, grandes constructoras o del agronegocio para la expansión de los monocultivos de soja, eucalipto o caña. Nos expulsan con la violencia directa de los pistoleros o de la policía, muchas veces con violencia sexual, o por la imposibilidad de seguir viviendo allí, debido a la contaminación del suelo, del agua, o por negarnos el acceso a la salud o a la educación. Esta apropiación de los territorios se da en todo el mundo, al mismo tiempo que las grandes empresas intentan apropiarse de nuestra vida, de nuestro código genético, de nuestras culturas y nuestro conocimiento.

La biodiversidad se torna propiedad de grandes empresas a través de la biopiratería, de la propiedad intelectual y de las patentes. El agua es mercantilizada al venderse en botellas, en la privatización de los servicios de distribución y saneamiento o en el uso intensivo de algunas industrias y cultivos. Las grandes ganancias de la especulación inmobiliaria priman sobre el derecho a la vivienda, lo que empeora en mega-eventos como las Olimpiadas y el Mundial de Fútbol. Y el cuerpo de las mujeres se vuelve cada vez más una mercancía en la industria del entretenimiento y la prostitución, que crece junto a la expansión de este modelo de desarrollo.

Las respuestas de la economía verde: falsas soluciones

Río +20 presenta nuevamente a los pueblos el debate sobre la relación con la naturaleza, con un discurso que plantea buscar soluciones para la crisis climática.

Y para esto dicen, una vez más, traer una solución mágica llamada economía verde. ¿De qué se trata?

  1. La economía verde sigue la lógica de la mercantilización, con la visión capitalista de que para la economía sólo tiene valor lo que puede ser comprado y vendido en el mercado y, por eso, tiene un precio.

Se basa en mecanismos de mercado que giran en torno a la idea de que las empresas tienen un papel importante en la gestión de la preservación ambiental.

De esta forma, ponerle precio a la naturaleza es una forma de colocar a la naturaleza en el circuito empresarial, que con la idea engañosa de responsabilidad social y ambiental, gana más legitimidad para seguir destruyendo el planeta y las relaciones humanas.

A través de una propuesta llamada TEEB, (La Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad) se presentan fórmulas para ponerle precio al agua, al paisaje, a la biodiversidad. Ponerle precio a la naturaleza es permitir su venta y privatización, en un proceso que quita el derecho de los pueblos sobre los territorios.

Son propuestas que permiten que quien siempre se desarrolló contaminando lo continúe haciendo al pagar por algún tipo de preservación, en cualquier otra parte del mundo. Esta es la lógica del mercado de créditos de carbono y de la financiarización de la biodiversidad, que es transformada en activos ambientales, negociados en bolsas de valores, como la Bolsa Verde de Río.

2- La economía verde mantiene la explotación del trabajo de las mujeres como un recurso inagotable, porque no considera como trabajo a las actividades de las mujeres en el cuidado de las personas y de la naturaleza. Asocia este cuidado al papel de madres, como si el mismo fuese el destino de todas las mujeres. En el documento oficial de la ONU, se afirma que las mujeres desempeñan un papel fundamental en el desarrollo sustentable. Pero esto tiene como consecuencia, el uso del trabajo de las mujeres en la implementación de las políticas de la economía verde. Este no es un avance, y sí la refuncionalización del papel de las mujeres cuidadoras. Son falsas soluciones para el planeta, y falsas soluciones del machismo, porque mantienen a las mujeres en una relación de desigualdad y con la sobrecarga de trabajo con la sustentabilidad de la vida.

3- La economía verde no cuestiona la lógica del crecimiento ilimitado, a la cual se orienta el actual modelo de desarrollo. Presenta propuestas de eficiencia energética y el desarrollo de nuevas tecnologías que permitirían continuar con la lógica capitalista de crecimiento ilimitado. Energía nuclear, transgénicos, nanotecnología y geoingeniería son presentados como soluciones tecnológicas para los así llamados límites de la naturaleza. Pero el límite está puesto por el modelo capitalista. De esta forma, una vez más, el mercado presenta falsas soluciones, como las nuevas tecnologías programadas y controladas por las empresas, aumentando el control sobre el conocimiento y la vida.

Sucede lo mismo con los agro-combustibles y las propuestas de alternativas para la energía fósil, una de las grandes responsables por el calentamiento global. Son presentadas como energías limpias, por ser generadas a partir de la producción agrícola. Pero es necesario hacer cuestionamientos ya que la producción de agro-combustibles compite con la producción de alimentos de la agricultura campesina. Además, son alternativas que continúan basándose en un modelo de consumo insostenible. Cuestionamos, por lo tanto, quién controla y a qué modelo está dirigida esta energía alternativa producida.

¡Feministas contra el capitalismo verde!

Nuestra visión sobre la cuestión ecológica considera que la destrucción de la naturaleza es parte de la forma en la que el capitalismo se organiza en su búsqueda incesante de lucros. Por eso, nuestra visión es que la solución no debe tratarse de una buena gestión de los recursos, y si de la construcción de un nuevo modelo en el que la relación humanidad y naturaleza tenga un sentido de unidad y continuidad. Formamos parte de un todo y sólo en armonía, podremos mantener las bases de la vida para la humanidad y la naturaleza.

La lucha para cambiar el mundo y cambiar la vida de las mujeres es parte de un mismo movimiento. No basta con identificar que los impactos de este sistema son peores para las mujeres. Partimos del análisis de que el capitalismo usa las estructuras patriarcales en su proceso actual de acumulación. Por eso, no creemos en una acción que busca disminuir los impactos negativos, pero sí desarrollamos nuestra lucha para transformar las estructuras que organizan las relaciones de desigualdad y poder, combinando desigualdad de clase, raza y género.

  1. Resistir a la mercantilización de la naturaleza y de los bienes comunes: la economía verde no sirve

Resistimos la utilización de la naturaleza como un recurso al servicio del lucro de las empresas, visto como inagotable o como mercancías más caras a medida que se agotan, debido al mal uso de las mismas. La experiencia de invisibilidad y desvalorización que es vivida por las mujeres en relación a sus trabajos de cuidados de las personas, es muy similar a la invisibilidad y desvalorización de la naturaleza. El tiempo y la energía que gastan las mujeres para cuidar personas, preparar la comida, los cuidados y disponibilidad para escuchar no son visibles y son elásticos. Las mujeres son las primeras que se despiertan y las últimas que se van a dormir en la mayoría de las familias. El tiempo y la energía de los procesos de regeneración de la naturaleza son escondidos y tratados como impedimentos que deben ser superados para que la maquina de consumo funcione a todo vapor. Las mujeres continúan siendo presionadas para ajustarse a lógicas y tiempos opuestos – el de la vida y el del lucro – asumiendo las tensiones generadas. Su trabajo es instrumentalizado para amenizar u ocultar las injusticias promovidas por instituciones multilaterales, gobiernos y empresas.

Decimos No! A las falsas soluciones propuestas por el mercados y sus agentes, como los créditos de carbono, los agrocombustibles, los mecanismos de REDD y la Geoingeniería. No aceptamos “soluciones” que sólo generan más negocios y no cambian el modelo de producción, de consumo y de reproducción social.

¡Somos mujeres y no mercancías!

La violencia en general, y contra las mujeres, particularmente, es parte de la estrategia de este modelo. Cuanto más la sociedad es regida por los intereses del mercado, más las mujeres son transformadas en mercancías.

Un ejemplo puede ser la situación de Costa Rica, que es usada como modelo a seguir para los negocios verdes. En Costa Rica, diversos bosques fueron convertidos en áreas de preservación y el desplazamiento de las comunidades empujó a las mujeres a prostituirse y a entrar en el turismo sexual, que agrega valor al turismo ecológico.

Igualmente, vemos que en territorio brasileño se dio un gran aumento de la prostitución en los territorios de la minería, de la construcción de plantas hidroeléctricas o en las obras del Mundial de Fútbol. Dentro de una lógica de desarrollo que reduce el desarrollo a crecimiento ilimitado, el cuerpo de las mujeres atenúa los impactos de la superexplotación del trabajo y de la destrucción del territorio.

Por la soberanía sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad

Repudiamos el control del cuerpo y de la sexualidad de las mujeres que impide nuestra autonomía y autodeterminación. Este control forma parte de la combinación capitalismo, patriarcado y racismo, que se extiende al control de los territorios. La prostitución es utilizada para “compensar” el desajuste del trabajo nómade de los hombres que son trasferidos de a miles a las grandes obras de infraestructura y obras de mega-eventos. Nos solidarizamos con las mujeres que son víctimas de esta forma de explotación de la sociedad patriarcal, pero es necesario destacar que la prostitución sólo existe en un sistema que se articula en torno de la subordinación de las mujeres. No produce nada relacionado a la libertad y la autonomía, sino por el contrario, y en la gran mayoría de los casos, la mujer se encuentra esclavizada por una red mercantilizada. Se basa en un modelo de sexualidad anclado en la virilidad masculina y en la subordinación femenina, asociada a la fragilidad y a la disponibilidad permanente. Al mismo tiempo, refuerza la división sexual del trabajo y el impedimento de que las mujeres tengan autonomía económica.

En este sentido afirmamos el derecho a la autonomía de nuestros cuerpos, sexualidad y de separar la sexualidad de la maternidad. Por lo tanto luchamos por la descriminalización y legalización del aborto. Reafirmamos nuestra visión de que la sexualidad es construida socialmente y somos sujetos activos en el rechazo de la hetero-normatividad y la defensa del libre ejercicio de la sexualidad, sin coerción, estereotipos y relaciones de poder.

¡ En lucha por otro modelo de producción, reproducción y consumo!

Desde la economía feminista, defendemos la necesidad de que se establezca un novo paradigma de sustentabilidad de la vida humana “entendida como relación dinámica y armónica entre humanidad y naturaleza y entre humanos y humanas” y por la valorización de los bienes comunes. En el modo de producción y en los patrones de consumo del capitalismo son necesarios cambios reales, que resignifiquen y amplíen el concepto de trabajo, el reconocimiento del trabajo de las mujeres y de la importancia de otro equilibrio entre producción y reproducción en que no continúe siendo tarea apenas de las mujeres, sino también de los hombres y del Estado.

Las mujeres crean en su cotidiano alternativas concretas a la economía dominante, articulando transformaciones en la producción, en la reproducción y en el consumo. Existen un gran número de las experiencias de agroecologia y economía solidaria desarrollado por las mujeres. Con nuestro trabajo y conocimiento histórico del campo, afirmamos que la soberanía alimentaria es estratégica para esta transformación, ya que afirma otra forma de organización de la producción, distribución y consumo de alimentos, articulado con el combate a la lógica capitalista del agronegocio.

Las alternativas construidas y propuestas por los pueblos deben integrar una dimensión generadora de igualdad, contemplando la igualdad entre mujeres y hombres, el derecho de las mujeres a una vida sin violencia y a la división del trabajo domestico y de cuidados entre hombres y mujeres.

Ampliación y fortalecimiento de lo público: a partir del Estado y de la sociedad

Luchamos por una profunda democratización del Estado que implique romper con los privilegios de la clase dominante y blanca, y que también pase por una despatriarcalización. Más allá de proveer servicios y políticas sociales, es necesario que se garantice el sentido público del Estado, las acciones de redistribución de la riqueza, socialización del trabajo domestico y de cuidados, y políticas emancipadoras construidas con base en la soberanía y la participación popular.

Esto implica, también, un papel activo en el ámbito internacional que promueva la integración de los pueblos y que las políticas entre los países se basen en los principios de solidaridad, de reciprocidad y de redistribución.

Nuestra lucha por la desmilitarización articula esas dimensiones y cuestiona el papel del poder económico en intervenciones militares realizadas por los Estados, que sirven para el control de territorios ricos en recursos naturales. Combatimos también la concentración de los medios de comunicación en manos de pocos grupos económicos, y afirmamos la urgencia de una amplia democratización de la comunicación, que pasa por garantizar la neutralidad y libertad de los flujos de información en la infraestructura de las comunicaciones y de internet, por lo tanto, por el combate a la lógica capitalista de la propiedad intelectual.

Como mujeres demandamos nuestro reconocimiento como sujetos activos en los debates y decisiones sobre el conjunto de las políticas y procesos vinculados a la construcción de otros modelo. La minería, las grandes obras de infraestructura, las formas de desarrollo de nuestro continente no pueden ser objeto de acción sólo de los hombres en el poder, de los gobiernos y de las empresas. Nuestra lucha feminista es por otro modelo capaz de generar igualdad y justicia social, incentivar la solidaridad entre las personas, que sea sustentable, y que no esté basado en el trabajo gratuito de las mujeres, ni en la exclusión de las mismas de los procesos de toma de decisión.

Por eso, entendemos que las alianzas de las mujeres con otros movimientos sociales son esenciales para resistir a la mercantilización de los territorios y a la financiarización de la naturaleza, para socializar alternativas de resistencia y fortalecer la defensa de los bienes comunes.

No queremos más mercantilización de nuestros cuerpos, de nuestras vidas! Queremos la sustentabilidad de la vida, la centralidad de la producción del buen vivir, terminar con la división sexual del trabajo, erradicar la desigualdad y superar el capitalismo!

Seguiremos en marcha hasta que todas seamos libres!